Yann Richard

Fisonomista en Las Vegas, personaje de cómics patrióticos, viuda desconsolada de un piloto espía, modelo especializada en fotos de sado masoquismo… ¿Quién es la verdadera Dorothy Parker? Yann y Berthet narran la historia de un interesante personaje que nos conduce por los episodios más sangrientos del siglo XX, de Guadalcanal a la Mansión de Hugh Hefner, de los sótanos de la KGB a la garganta de Sinatra.

De la contraportada: ¡¡No future!! - exclama Nicotina, la punki, mientras escupe la colilla de su cigarro. Porque ella, León y Cissé, el trío juvenil de basureros, son los primeros héroes seropositivos de la historia del cómic. Acostumbrados al paisaje de desechos urbanos, a buscarse la vida de mil maneras. Avispados, pícaros e irónicos, eso del SIDA no les amarga el placer de sus aventuras amorosas ni les hace perder su mordaz sentido del humor. Ni a ellos ni a los espermatozoides, cuya vida secreta nos es jocosamente desvelada.

Con este álbum el reconocido y prolífico guionista Yann incursionó por primera vez en el terreno de la fantasía heróica, y claro, viniendo de él, no podía tratarse de una historia más de espada y brujería. En el típico marco esperable para este género asistiremos a una tragedia cuyo argumento puede recordar a los clásicos griegos o a Shakespeare, sin perder jamás el ritmo narrativo, y si a ello le agregamos el grandioso despliegue gráfico de Hausman, a quien ya conocimos en la saga de Laïyna, queda todo dicho.

Satí pertenece a la serie Les Aventures de Basil et Victoria, una saga que se podría enmarcar dentro de las aventuras infantiles tan gratas al público francés pero que apenas unas páginas de lectura nos dejarán claro lo mucho que se alejan de ese concepto. La culpa de todo la tiene Yann, uno de los guionistas más interesantes del panorama galo, autor de series tan importantes como Sambre (bajo el seudónimo de Balac), Lolo y Succette (publicada por estos lares en Kiss y El Víbora), Pin-Up (publicada por Norma) y la fundamental Les innomables, con Conrad.

En un futuro cercano, las "grandes orejas" informáticas de la F.C.I.A., los servicios secretos de los United States of the World, vigilan el planeta entero. Y todo iría bien en el mejor de los mundos civilizados, si los hackers cripto-anarquistas de la zona rebelde autónoma TAZ no hubieran decidido desestabilizar el pensamiento dominante.