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El año era 1271. El lugar, Vergen. El momento, portentoso. El largo asedio del rey henselt había terminado al fin. La vida volvía poco a poco a la normalidad. A toda la normalidad posible en una ciudad donde los humanos, elfos y enanos vivían juntos y en armonía; con el polvorín dirigido por una doncella… Y no una cualquiera, es la heroína y virgen Saskia, hasta hace poco conocida como la Asesina de Dragones. Antes de que se revelara como una dragona. Su nombre real era Saesenthessis, dotada de cierta belleza. Y su forma auténtica… bueno, nadie podría decirlo, ya que poseía una extraña cualidad que le permitía el polimorfismo y por tanto puede cambiar de apariencia con facilidad, como si se quitara unas medias.

Como era de esperar, los habitantes de Vergen tenían sentimientos encontrados cuando se reveló el secreto. Sí, debían mucho a la Virgen de Aedirn, ¿pero bastaba para jurar vasallaje a un dragón? Muchos dejaron la ciudad, y los que se quedaron observaban a Saskia como los corderos mirando a un lobo vestido con lanas. Como añadido final a semejante guiso, un problema había surgido en los pantanos cercanos. Uno que requería la atención de un brujo. Así Geralt de Rivia regresó a Alto Aedirn poco después de su confrontación final con el asesino de reyes, Letho de Guleta, por última vez.

Su misión era cazar y matar… a esa bestia en los pantanos, que poseía varios nombres. Para el brujo era un chelonodrake, para la gente común era más bien un tortodragón, y para los enanos un monstruo dentudo: el acorazado hijo de una perra costrosa. Fuera cual fuera su nombre, la historia se desarrolló así…