Todo lo que ves a tu alrededor ha sido creado por el miedo.
Inventamos el fuego por el temor a la oscuridad. Inventamos las ropas por el temor a nuestra propia desnudez. La medicina, por el temor al dolor. Los Dioses, por el terror a una naturaleza que no entendemos. Inventamos la moral y las leyes por el miedo que nos damos a nosotros mismos. El miedo está en todos lados, ha sido el motor de nuestros avances y, lo que es más aterrador aún, no tiene forma, porque vive en todo, junto a su hermano gemelo, hijo y padre, en una díada en la que un elemento es el efecto y razón del otro: el mal. Tememos al mal, y por temer, hacemos el mal.
Juan Marino, creador del Doctor Mortis entendía esta dicotomía casi de forma inconsciente; si bien el personaje fue creado en su momento con la sóla excusa de ser el narrador de distintos cuentos de terror en el formato de radioteatro (inspirado por un programa que el autor captó por onda corta, donde el presentador era nada más y nada menos que Boris Karloff), en su evolución, el Doctor pasó de ser su narrador omnisciente, una suerte de Guardián de la Cripta, a un personaje que encarnaba al Mal en un última escencia. Una suerte de Avatar del Vacío, la encarnación de la oscuridad perpetua que Marino nunca definío bien. Mortis estaba tejido con ese mismo temor que sentías en la oscuridad, esa oscuridad que, al no contener nada a simple vista, podia ser el hogar de tus peores pesadillas, de horrores que se escondian lejos de la luz, esperando que dieras un paso en falso para devorarte.
Esta etérea y maléfica definición del personaje se llevó a cabo en su versión en cómics, que comenzó a publicarse en 1967 por la Editorial Zig-Zag. El título duró 10 años, una cantidad de tiempo impresionante para un título local, por el cual pasaron verdaderos íconos de la narrativa gráfica chilena como Máximo Carvajal, Manuel Cárdenas o Ernesto López, siempre con los guiones de Juan Marino.
En 1977, Mortis desapareció de los kioscos, pero no del recuerdo de los que alguna vez sintieron escalofrios al leer, o escuchar sus macabras historias. Uno de nuestros principales monstruos se dormía en una desolada isla del pacífico. Derrotado, pero no eliminado, a la espera que los acontecimientos le fueran propicios, para volver a cubrir al mundo con oscuro manto. Y ese momento es ahora.
Mortis: Eterno Retorno trae de regreso al personaje de Juan Marino a una nueva época y a una nueva forma de entender tanto al personaje como al arte de hacer cómics, sin ir en contra de la escencia del personaje. Muy por el contrario: la forma de reformular a Mortis, por parte del guionista Miguel Ferrada, es respetuosa con la idea central de Marino: el Doctor es el mal encarnado, la personificación del vacío absoluto, una nada que lo traga todo, así Mortis toma más forma, evolucionando, desde el personaje más cercano a los villanos de las peliculas de la Hammer, a un horror primigenio, inabarcable, contenido en una forma que es un capricho de su infinita malignidad. Todo esto cuaja y es coherente dentro de la obra gracias al amplio conocimiento del autor en esoterismo y la magia, y la inteligencia de usar éstos elementos como base de la mitología expuesta en la novela, no como el fin de la historia en sí.
Italo Ahumada, en el apartado gráfico, nos deleita con un estilo elegante, usando el claroscuro como los grandes. Recordando al dibujante uruguayo Alberto Breccia, su dibujo es a la vez dinámico y expresivo. En Mortis: Eterno Retorno menos es más, y huyendo de cualquier artificio, el estilo detallado y poderoso de Ahumada está al servicio de la historia y no viceversa. El dibujo se luce en las pequeñas escenas, resaltando, con sus luces y sombras, el conflicto entre la luz y la oscuridad. Si la historia planteada por Ferrada es un homenaje-evolución de los conceptos creados por Juan Marino, el dibujo de Ahumada bebe de la tradición de las historietas de ZigZag, depurando el aire inquietante de esas clásicas viñetas, actualizándolo en vista de un lector diferente.
Se tiende a considerar como “novela gráfica” casi cualquier cómic de una extensión más larga de lo usual, cuando muchas veces, no cuentan con una estructura que haga justicia al término de novela. No es el caso de Mortis: Eterno Retono, ya que en él se nota un extenso trabajo tanto de planificación de la historia, de maduración del concepto del personaje en vista a su nuevo lanzamiento y un cuidado por aunar guión y narración gráfica, dando como resultado una novela en toda su expresión, con una progresión dramática potente, que va tejiendo progresivamente elementos del thriller sobrenatural, las historia de psycokillers y por supuesto, el horror. Todos estos elementos van preparándonos para un final simplemente espectacular, que deja la puerta abierta a un futuro por un lado brillante, ya que el gran personaje del terror nacional está de vuelta y con él, la posibilidad de seguir disfrutando de sus escalofriantes historias, pero por otro lado, sumamente oscuro, ya que Mortis esta de regreso y nadie, absolutamente nadie está a salvo.